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Soledad Villamil: "Disfruto mucho de estar en mi casa"

Tiene dos nenas de 11 y 6 años, por eso aceptó ser vocera de una guía de autoestima para madres e hijas; lleva 17 años de amor con el actor Federico Olivera, muere por casarse, le encanta cocinar y es tan buena actriz como cantante.







Sos la vocera de una guía de la marca Dove sobre autoestima dirigida a madres de hijas entre 8 y 13 años; siendo mamá de una nena de 11 y otro de 6, ¿enseguida te enganchaste con el proyecto?
Sí, cuando me acercaron la propuesta me sentí muy identificada y me pareció muy piola. Porque apunta a un tema actual, que es la percepción distorsionada que se tiene sobre el cuerpo y la belleza. Porque la iniciativa de hacer una guía, de brindar una herramienta concreta para que una mamá pueda trabajar y guiarse excede la mera acción publicitaria. Es una acción muy concreta que me identifica tanto con el contenido como con su forma. Porque no es solamente decir, también es hacer, es darte ideas y consejos concretos si pertenecés a ese grupo de mujeres que está preocupada por esa situación y te brinda una herramienta real sobre la cual cada una puede hacer su experiencia. Cuando te enfrentás con estos temas por primera vez, como ocurre en todo momento de crianza, es muy difícil tener en claro cómo manejarse. Eso nos pasa a las madres en todas las etapas. 

Es como un cuadernillo de colegio primario, un manual escolar con ejercicios...
Claro, por eso considero que son herramientas, puntos de partida, porque muchas veces una se puede sentir muy sola en situaciones como el puerperio, la crianza, nadie te explicó nada, nadie te contó nada. Es un aluvión si estás sola en tu casa y no tenés herramientas para resolverlo, no tenés con quién compartirlo, la angustia y tristeza se agigantan. Y empezás a pensar, a probar… Por ejemplo, a mi hija le encanta llenar cuestionarios y una de las propuestas es darle a tu hija un cuestionario y que se defina sobre la base de unas preguntas. Después hay que particularizar en función a cómo es uno, cómo es tu hijo y tomar lo que te sirva.

¿Cómo encarás vos el tema de la autoestima y la presión social con tus hijas?
Yo creo que intuitivamente lo que más me sale es pensarme a mí, considero que la mejor educación es la autoeducación, porque de poco serviría que uno bajara una línea si hay algo que no se tiene procesado. Entonces pienso en la propia pubertad y la propia adolescencia, y veo qué cosas me pasaron. Podría pasar que mi hija me dijera que tiene complejos con su cuerpo y yo desestimarla diciéndole "Pero no, olvidate, es una pavada". Pero si voy a mi infancia y hago memoria de que tener acné, ser más flaca o más baja era algo terrible y angustiante, por más que sea una angustia infantil, en el mundo interior de esa nena tiene una dimensión enorme y desde ahí es que puedo comprenderla y darle la importancia que para ella tiene. Los niños tienen su mundo interior y creo que practicar formas de acercamiento es muy importante para que sus dudas queden evacuadas, o por lo menos elaboradas, en un ámbito familiar de cariño, de contención y no salgan con esa duda o miedo al entorno del cual pueden venir con cualquier mensaje. Yo prefiero que mi hija escuche por mí lo que es la pubertad, desarrollarse, indisponerse. Pero claro, si yo no elaboro bien mi sexualidad, es difícil que pueda llevar equilibradamente a otro por ese camino, o hablar con libertad. Yo pertenezco a un ámbito privilegiado por mi familia de origen, por mi formación, por mi entorno de trabajo, que es bastante liberal, pero no siempre es así… Igualmente, más allá de cuán liberal o no haya sido tu crianza, los tiempos cambiaron un montón. 

El medio en el que trabajás también influye mucho en esa percepción de belleza exigente con la que crecen las nenas de hoy.
La presión social siempre estuvo y modelos de belleza siempre existieron, como lo fueron las divas de Hollywood, pero la diferencia es que hoy todo es más categórico. Antes había una fantasía, un aspiracional inalcanzable, ahora todo pareciera posible de alcanzar, y ahí empiezan los delirios desde las cirugías, los anabólicos, los quemadores de grasa o las intervenciones en el cuerpo para tratar de encajar. En ese contexto es muy difícil que una niña mantenga su eje. Y si no es con ejemplo, no es con nada. Si las mujeres de 40 estamos en otra, preocupadas por el talle de ropa, disimular la edad y demás, cómo transmitirle a una hija que lo importante es otra cosa, si lo importante pasó a ser algo tan superfluo. Todo está bravo, muy vacío y hueco. Y cuando digo superficial no es que yo me creo muy solemne, pero me refiero a la superficie absoluta, desde lo físico hasta las acciones cotidianas, los vínculos, el mensajito de texto que evita que hablemos, te saco de encima rápido, no te escucho, me desentiendo. 

Por otro lado, también hay una auge de lo espiritual, lo real, los valores…
Por eso vuelvo con la idea del ejemplo. Los niños tienen enormes potencialidades y son grandes esponjas e imitadores de los adultos, porque de esta manera se desarrollan. Es importante qué tipo de ámbito se les brinda y qué tipo de estímulo traen. Hay chicos que necesitan más actividad física, hay otros que necesitan expresar sus capacidades artísticas. Hay que generar el espacio para que el niño se manifieste. Si no está ese espacio, si uno está bombardeándolo con estímulos, exigencias y actividades y no tiene ese tiempo propio y personal, ¿dónde está él? Hay que estar muy alertas con el tema de la ansiedad. Los adultos decimos: "Qué genio, cómo maneja el teléfono", y así está todo el tiempo enchufado, demandado por la tecnología, que es un estímulo permanente, pero cuando eso no está queda pedaleando en el aire. Si uno como padre acompaña el crecimiento de un chico sano, estimulado en su necesidad y acorde a su edad, el chico va a poder aprender lo que él quiera. Va a descubrir su vocación, eso que lo encamine y apasione. 

¿Cómo fueron tu niñez y tu adolescencia?
En la pubertad la pasé mal y hoy siento que tuvo que ver con no tener un espacio. Si bien mi familia es bastante abierta y nada conservadora, yo me puse un poco hosca, estaba peleada con el mundo y esa fue mi manera de atravesarlo. Es un momento muy crítico de la vida, es una especie de muerte, de duelo de lo que ya no es, como un desconocimiento, y tiene una dimensión anímica interna enorme. Eso es lo que yo recuerdo. Horas escuchando música y llorando, bien melodramático. 

¿Y esos momentos los compartías con tus hermanos, con tus amigas?
Con mis amigas compartíamos esa cosa de vestirnos de negro y sentir como que nada tenía sentido, ni el colegio. A los 15 empecé a estudiar teatro y me conecté con otra cosa, todo el mundo interno lo pude plasmar en una actividad concreta que se convirtió en vida, en respiro y me permitió explorar otras emociones. Para mí fue una gran liberación. Por eso me importa mucho que mis hijas encuentren su pasión y hagan lo que las haga feliz, porque yo fui muy feliz encontrando de muy chica mi vocación. 

Estudiaste con Hugo Midón. sin embargo, nunca hiciste nada para chicos, ¿no?
No, porque hasta ahora no se dio. Lo que hice de manera muy informal fue armar un repertorio musical para niños en la escuela de mis hijas, pero quedó ahí… 

Ya hiciste un repertorio de música argentina, tu último disco, Canciones de viaje, está vinculado a la música latinoamericana, ¿por qué ese cambio de estilo?
Con el segundo disco empecé a viajar mucho. Yo siempre tuve que viajar por trabajo, pero esto fue… irme de gira, ir de acá para allá. Y en esos dos años de gira el repertorio empezó a cambiar, porque tomaba algo de cada lugar y lo empezaba a poner en el show. Después de un tiempo sentí que estaba yendo para otro lado y le fui dando forma a este último disco.

¿Cómo manejaste los viajes con tu vida familiar?
Por momentos fue un poco crítico. A veces las chicas venían conmigo y cuando no se podía contaba en casa con mucha ayuda, con una abuela (mi suegra) muy presente y el papá, por supuesto. 

Entonces Federico acomodaba su agenda laboral a la tuya…
Bueno… viste que los hombres, son hombres. Él es un papá re presente, es increíble, pero si yo me voy dejo otra que la guía de Dove, día por día todo lo que hay que hacer, todo anotado. Había meses en que viajaba mucho y otros en que me la pasaba en casa. Mi trabajo y el de Federico son bastante particulares, ¿viste que en una casa la comida familiar es la cena? En nuestra casa es el almuerzo. Tratamos siempre de almorzar todos juntos. 

Ustedes pueden mantenerse alejados de la tele, vivir del cine, el teatro o la música y derribar el viejo mito…
Nosotros tenemos bastante suerte y podemos organizarnos... También resignamos algunas cosas, me refiero a elecciones que tienen algún costo económico, que es el costo más barato que uno puede tener. Hemos tenido suerte, porque hemos podido siempre hacer lo que tuvimos ganas, la vida se fue organizando bastante bien para ser una familia y hacer lo que nos gusta. Hoy la situación de un profesional no es más estable que la de un artista...

¿En qué te cambió ser protagonista de una película que ganó el Oscar (El secreto de sus ojos)?
Es algo que tiene una contundencia muy grande, es una película que se entrenó en todo el mundo, además del premio, tuvo reconocimiento y conmueve a quien la ve. En el momento posterior al premio hubo como una efervescencia de propuestas y laburos, y yo traté de mantener los pies en la tierra, de seguir usando el mismo criterio que usé siempre para trabajar. Las condiciones que se tienen que dar para que acepte un trabajo siguen siendo las mismas: que yo tenga ganas de hacerlo. Me pasó cuando nació mi primera hija, que yo venía de hacer varios años unitarios en Pol-ka y, estando embarazada, me ofrecieron hacer uno más; yo tenía muchas ganas de hacerlo, acepté, y fue un desastre. La beba era chiquita, yo no entendía nada, no me podía conectar con el trabajo, estaba desbordada… Se ve que tuvo que ser así para que entendiera otras cosas, porque cuando nació mi segunda hija dejé de trabajar casi dos años. Gracias a la primera experiencia entendí lo importante que es vivir ese momento de maternidad reciente, que es una etapa muy para adentro, o al menos yo necesito vivirla así. Y volvemos al principio de nuestra charla, todo tiene que ver con la sexualidad, con lo femenino, con cómo se atraviesan las experiencias. Está bueno atravesarlas con conciencia, no llevarse puesto nada y escucharse, entender qué te está pasando. 

¿Qué modelo de madre tuviste y qué modelo de madre querés transmitir a tus hijas?
Mi madre fue mamá muy joven de tres hijos en épocas un poco difíciles, siempre fue una luchadora total, de trabajar, de bancar, de sacar las cosas adelante, es un ejemplo total. Pero yo sé que soy otra persona y, lo más importante, que mis hijas no son yo. Son ellas con otra situación, otra madre, otro padre. Y es bueno poder escribir la propia historia.

Cuando pasás tiempo en tu casa, ¿qué te gusta hacer? ¿Cocinás?
Me gusta mucho cocinar, cocino todo lo que puedo. La repostería es con lo que mejor me llevo. En los cumpleaños cocino todo, me encanta, no te pongo un paquete de papas fritas ni una gaseosa. ¡Hago todo! ¡Me encanta! Me gusta también ocuparme de las plantas y a veces me agarran ataques de orden. Estar en casa es una de las cosas que más disfruto, me recicla, me oxigena, me hace bien.

¿Cuál es el secreto para 17 años de amor?
No sé si hay receta. Primero te encontrás o no te encontrás, porque hay algo de destino en el amor. Y después creo que la clave es estar bien con uno mismo, cada uno consigo mismo. Una persona me dijo que para estar juntos hay que estar separados. Y es muy difícil estar separado cuando pasan muchos años. No somos lo mismo. Estamos juntos porque queremos estar juntos, pero podríamos no estarlo, y eso para la visión romántica que algunas podemos tener es fuerte. Saber que no hay nada comprado, garantizado, hay que estar despierto y saber decir si algo te molesta, si no la estás pasando bien, saber hasta dónde se puede sostener. No pensar que si algo me molesta, ya va a pasar o el otro ya va a cambiar; no, nadie cambia, es así, lo querés o no lo querés. Creo que eso ayuda a estar juntos o a separarse si tiene que ocurrir. Y, por supuesto, el amor, es básico. Pero eso ya es de destino, es algo que uno no se puede proponer: te toca, no te toca, te encontrás, no te encontrás.

Te reconociste como mujer romántica, pero no estás casada…
¡Yo me quiero casar! Pero me parece que ya perdí la esperanza... Federico va y viene, ¡es una cosa de locos! Es verdad que cuando nos ponemos a pensar en la parte social del casamiento nos agarra una fiaca… A mí la puesta en escena no me va, quisiera algo sencillo, pero a la vez quiero hacer algo lindo, invitar a todos, y nunca lo hacemos. Así que si queremos casarnos va a haber que hacerle el espacio y el tiempo, aunque ya ser una novia de 40 no tiene el mismo glamour, es otro plan, pero estaría bueno igual. Yo me quiero casar.

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